Ser parte de una comunidad es la mejor forma de permanecer inspirado y motivado en diferentes aspectos.

Vivimos hoy, y es el mundo de nuestros hijos, en una sociedad hiperactiva, dispersa, consumista no solo de lo material sino del tiempo, de proyectos, de sensaciones, de acontecimientos. Da la sensación de que no se puede parar porque se estaría perdiendo la oportunidad de vivir no se sabe muy bien el qué. La vida se convierte así en una huida hacia delante con las consecuencias del estrés, de la inseguridad, de la decepción, de la necesidad del cada día más porque cada vez la vida nos llena menos.

Hay que hacer un alto en nuestra vida, entrar en nuestro interior, hacer silencio, reflexionar sobre lo que estamos haciendo y viviendo, hacia donde nos lleva, preguntarnos por el sentido de nuestra vida, cuales son nuestros valores, nuestras prioridades, nuestra coherencia.

Somos la suma de todo lo que vivimos

Nosotros somos la suma de la gente con la que nos juntamos hasta el día de ayer.

Somos la suma de lo que hoy escuchamos, hasta el día de ayer. También somos la suma de lo que leímos hasta el día de ayer.

Por lo tanto, sumando esas tres cosas, esas tres variables. Nos da lo que somos. El resultado el día de hoy, lo que hoy es, Somos el día de hoy la suma de esas tres ecuaciones.

Si no estamos contento con lo que con el resultado que podemos observar, debemos de cambiar lo que oímos, lo que leemos y la gente con la que nos asociamos a partir de hoy para poder el día de mañana cambiar nuestra persona, nuestro ser, nuestra, nuestra esencia.

Porque a través de lo que nos mostramos nosotros, a través de la vista de la gente con la que nos asociamos, de lo que escuchamos, es la manera en que vamos a enfrentar y enfocar y a percibir la vida.

La fuerza de estar en grupo, en comunidad

Que la fuerza de la manada, la fuerza de los lobos reside en la manada.

Pero nosotros en la en nuestras actividades, obedeciendo a El mandato de nuestro Señor Jesucristo nos dice que donde dos o más estemos reunidos hoy en medio va a estar, va a estar, Él va a morar, Él va a estar Él.

La fuerza de nosotros los católicos cristianos está en nuestras comunidades, en nuestras familias, en nuestra Iglesia, que son nuestras primeras comunidades, en los ambientes, en El es donde nos vamos a nutrir.

Debemos ser selectivos nosotros de lo que leemos, de lo que entra por nuestra vista, de lo que entra y a través de nuestros oídos, de las personas con las que nos asociamos.

De la gente con la que escuchamos. Obvio es que si nosotros. Que si nosotros nos metemos, que no nos metemos pornografía, música, son cosas que no nutra el alma.

Nos juntamos con personas que no se encuentran alejadas, que se encuentran alejadas de Dios, que no entienden o no han tenido ese encuentro con Dios, que viven alejadas de Dios.

Una historia real para reflexionar

Hace tiempo salía yo de la universidad, cursaba el último semestre de la facultad cuando un amigo tuvo a bien invitarme al auditorio de la de mi alma mater.

Y escuche una platica de un negocio, de un negocio, que prometía ser muy bueno o que él lo percibía así.

 Recuerdo que era una tarde, una noche de invierno y resulta que de todo lo que se dio ahí, finalmente el negocio no prosperó. Ese negocio nos no nos dio más. Sí incursionar, pero no dio para más.

Pero de esa tarde, de esa noche en el auditorio de la de la Universidad, pude se me quedó grabado algo que hasta la fecha lo tengo, lo tengo muy presente y es esto con lo que iniciaba en un principio, con lo que nosotros hasta el día de hoy éramos la suma de lo que escuchábamos que habíamos escuchado hasta el día de ayer, de la gente con la que nos habíamos asociado hasta el día de ayer, con lo que habíamos leído hasta el día de ayer. Y que esas tres variables daban al día de hoy la persona que era era yo. El día de hoy.

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El día de hoy? Sí.

Y si esa ecuación y ese resultado de esa ecuación no me gustaba, tenía que empezar a cambiar. Entonces las personas con las que me juntaba, lo que escuchaba, lo que leíamos para poder entonces el día de mañana aspirar a ser ese ser que yo sé que puedo, puedo ser, no lo que quiero ser, no hay otro.

En relación a esto hay un hay un mensaje, un un rollo en donde un pensamiento, una reflexión, en donde dice menciona que había una persona que pertenecía a un grupo.

Y por X causa se decepcionó. Ya no quiso seguir. Se sentía fuerte. Qué se yo. En la circunstancia que fuese la razón que tuviera. Dejó de ir al grupo. Un día, este personaje que estaba que se había alejado de su grupo, estaba en su casa. Era una noche de invierno. Cuando escuchó que tocaron la puerta de su casa y fue a abrir.

Y ¿cuál fue su sorpresa? Que estaba en medio de la noche, en medio de un del frío, estaba el líder de esa de ese grupo del cual él pertenecía y había dejado de asistir.

Y sin decir nada, el líder se metió, entró a la casa y se fue a sentar a un lado de la chimenea. El personaje lo siguió. Y se sentaron ambos en torno a la chimenea, en donde estaban unos leños donde ardían con fuerza.

En un momento dado de la estancia, el líder, quien acaba de mencionar. No había emitido ni una sola palabra. Solo contemplaban. Se habían dedicado a contemplar el fuego como ardía.

En ese momento tomó un leño de los que estaban afuera, que no estaban, que no estaba ardiendo, Sacó un leño de los que estaba prendido con fuerza en su llama, lo sacó y lo tiró al suelo, afuera de la chimenea. y tomo uno que no ardia. 

 Ambos pudieron contemplar cómo ese leño que antes ardía se fue apagando. 

Ese leño, ardia por el calor que le proporcionaba el fuego, porque estaba junto con los otro leños.

 

Las personas son asi, cuando se esta en una buena comunidad, tenemos la posibilidad de sumar más, de nutrirnos más, de sentirnos apoyados. 

cuando estamos solos, se corre más el riesgo de perder el rumbo y apagarnos como ese leño. 

 

No se puede vivir la fe en solitario. Necesitamos seguir creciendo con los demás, analizar nuestras actuaciones, valores y actitudes, compartir nuestra oración, inquietudes y experiencias de fe, comprometernos con otros en el servicio a los demás.

No se trata solamente de ser miembro de un grupo concreto, sino de pertenecer a una comunidad más amplia que nos enriquece a través de las celebraciones, diálogos y otros actos; y nos abre a los retos y expectativas de la Compañía y de la Iglesia a la que pertenezcamos.

Hoy en día pese a todos los cambios que están apareciendo, la Comunidad sigue siendo una oportunidad privilegiada de vivir la fe en Jesucristo a nivel individual, matrimonial y familiar para muchas personas.

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