Hace unos días Netflix anunciaba a sus seguidores de Twitter que 2022 iba a ser una ruta turística por diversos mundos, debido a una cuidada selección de estrenos que amplían una línea de comercio bastante elemental para la compañía: las franquicias.
En la posguerra del streaming, en donde la competencia es atroz y los catálogos son cada vez más potentes y exclusivos, invertir en programas que abran ventanas a otros universos no es un mero capricho sino cuestión de supervivencia.
Si algo le dio a Netflix su veteranía es entendimiento del mercado. Ha pasado varios años licenciando contenido y aprendiendo de los patrones de consumo de sus consumidores. Por esa razón no extraña que ahora trate de conquistar Hollywood con el arma que encumbró a otras majors.
Una vez que consigue ganar, una franquicia posibilita sustentar un ecosistema narrativo y de entretenimiento por medio de infinidad de plataformas, propuestas e idiomas. En un rato en el cual la inversión económica en contenidos es cada vez más alta, que un plan alumbre otro con ciertas garantías vale su peso en oro.