Dodgers Japoneses Yamamoto y Ohtani Encandilan en Cleveland, Bajo el cielo, donde el aire sabía a guerra y celebración por el Memorial Day.
Bajo el cielo de Cleveland, donde el aire sabía a guerra y celebración por el Memorial Day, los Dodgers llegaron como emperadores dispuestos a conquistar. Y entre ellos, dos estrellas japonesas brillaron con luz propia: Yoshinobu Yamamoto desde el montículo y Shohei Ohtani desde el plato.
Este no fue un partido cualquiera. Fue una lección magistral de dominio, de precisión y de ese béisbol elegante que solo los grandes pueden ofrecer bajo presión y expectativa.
El primer lanzamiento del juego, una recta de 97 MPH de Gavin Williams, no tuvo tiempo de asustar. Ohtani, con su swing divino, lo recibió como si fuera su juguete personal. Bola elevada, 115 MPH de salida, 378 pies, y el jonrón número 19 del año. Líder solitario en cuadrangulares en toda MLB.
Con esa conexión inicial, Ohtani no solo abrió el marcador, sino también el corazón de los fanáticos angelinos. El rey del doble rollo volvía a hablar, esta vez en tierra enemiga, con corona de humo y metal.
Mientras Ohtani hacía historia con el bate, Yoshinobu Yamamoto escribía su propia epopeya sobre el montículo. Seis entradas, siete ponches, tres imparables, dos carreras limpias… y un aura de tranquilidad que solo los grandes pueden transmitir bajo fuego cruzado.
No hubo estruendo en las gradas cuando él lanzaba. Solo silencio reverente. Como si todos supieran que estaban viendo a un maestro tejer su obra, hilando pitcheos como quien borda seda.
Frente a él, Gavin Williams se vio superado en cada aspecto. Cuatro entradas y dos tercios, cuatro carreras limpias, seis bases por bolas. No fue mala suerte, fue dominio puro. Los Dodgers no atacaron con violencia, sino con paciencia, como depredadores que saben esperar su momento.
Cada bola bien lanzada era castigada; cada error, aprovechado. Y así, poco a poco, los visitantes fueron tomando control del partido sin permitir réplica.
Andy Pages, con su sencillo productor, recordó que también hay héroes jóvenes en esta historia. Will Smith, con su jonrón monumental de 409 pies en la novena, selló el destino del encuentro. Mookie Betts y Freddie Freeman, sólidos como siempre, añadieron claridad a la ofensiva angelina.
Pero detrás de los nombres conocidos, también se movieron piezas menores con pulso firme, mostrando que este equipo tiene profundidad, equilibrio y alma colectiva.
José Ramírez, con dos dobles y dos anotaciones, fue el faro de los Guardians. Gabriel Arias y Ángel Martínez intentaron levantar cabeza, pero nada parecía funcionar. Ni el lineup, ni el pitcheo, ni la defensa lograron contener la tormenta azul.
Aun así, Cleveland sigue luchando. Con marca de 29-23, siguen segundos en su división, aunque hoy sintieron el peso de un equipo que juega en otra dimensión.
Al final, victoria clara para los campeones: 7×2. Yamamoto, ganador. MVP indiscutible. Ohtani, líder jonronero. Un trabajo colectivo, ejecutado con precisión quirúrgica. Y una noche más en la que el béisbol recordó por qué es un arte: porque hay partidos que no solo se ganan, sino que se pintan.
Estos Dodgers no solo buscan títulos. Buscan inmortalidad. Y mientras hombres como Yamamoto y Ohtani sigan sobre el diamante, nadie puede culparlos por soñar tan alto.
Este fue solo un capítulo. Uno más en la gran novela del béisbol moderno. Pero uno que deja claro que cuando talento, disciplina y pasión se juntan, el resultado es algo más que un partido: es poesía en movimiento.