La fiscalía autónoma sí existe. Tan existe que Alejandro Gertz Madero puede sentirse a salvo en tanto el Mandatario de la República no encuentre contestación al enorme acertijo político que implica una ocasional remoción –si hubiera acaso la voluntad de Palacio– del de hoy titular de la FGR y el nombramiento de su sucesora (o).
Tras la divulgación de comprometedores audios de Gertz Manero con su brazo derecho, Juan Ramos, el lunes todo México esperaba la actitud de Andrés Manuel López Obrador. Las críticas al “espaldarazo” aquel día de AMLO a Gertz no se hicieron aguardar.
La crítica pública de nuevo suponía que este Mandatario actuaría al gusto de la comentocracia, sin querer rememorar que el tabasqueño se resiste al mayor a que le impongan agenda, inclusive por medio de escandalosas filtraciones como las que conocimos el viernes.
Ya que encima, modificar a un fiscal no es enchílame otra (perdón por lo sofisticado del argumento). Si aquel fiscal se apellida Gertz, menos. Y en este instante del sexenio implica claras complejidades.
El presidente ha optado por el encubrimiento: frente a pruebas de corrupción, extorsiones, enriquecimientos inexplicables, frente a documentos, fotografías, videos y audios, @lopezobrador_ protege y se vuelve cómplice. @el_universal_mx https://t.co/spAk8hsNqx
— Carlos Loret de Mola (@CarlosLoret) March 9, 2022