Cualquier persona que meta hoy las narices (o los oídos) en el perfil de Neil Young en Spotify encontrará únicamente 2 canciones en directo (de su actuación en el festival productivo Live Aid, de 1985), una rara participación con el rapero DRAM (de 2017) y, como exclusivo vestigio de su extensa trayectoria, 6 de sus temas emblemáticos en una escueta playlist.
Limitado saldo para un músico que lleva grabando discos en solitario a partir de 1969, varios de los cuales son historia del rock. A fines de enero, Young solicitó a la plataforma de streaming que retirase sus canciones al no estar conforme con la información acerca del coronavirus que difunde uno de los podcasts que aloja, al mando de Joe Rogan.
Artistas afines como Graham Nash (viejo compañero en Crosby, Stills, Nash & Young) y Joni Mitchell le han apoyado. Resulta atractivo, no obstante, que Young, quien vendió su catálogo a la compañía de inversiones Hypgnosis Songs Fund en el primer mes del año de 2021, haya podido ejercer aquel derecho sobre un material que en teoría por el momento no le pertenece.
El término vender el catálogo se refiere a diferentes operaciones. Los artistas perciben ingresos por sus canciones por 2 vías: por medio de las ventas y reproducciones de sus discos y, solo en caso de que sean además compositores, por los derechos de creador que esas generen. Son dichos derechos de propiedad intelectual los que se de una época a esta parte se permanecen traspasando, parcialmente o en su integridad, a cambio de suculentas porciones.