Coincidencias de la historia: en la madrugada del 3 de diciembre de 2013, Andrés Manuel López Obrador era ingresado a un nosocomio por un infarto agudo de miocardio. A unos kilómetros de allí, en el palacio legislativo de San Lázaro, los partidos del Convenio Por México aprobaban, aquel mismo día, una reforma política que, entre otras cosas, modificaba el artículo 84 de la Constitución para regular la viable ausencia definitiva del mandatario de la República.
A López Obrador, el infarto le impidió dirigir las manifestaciones por la asentimiento de la reforma energética, que fue útil como una de las monedas de cambio para que el régimen de Enrique Peña Nieto accediera a la reforma político-electoral que empujaban el PAN y el PRD.
A los partidos del Convenio, la falta de AMLO les allanó el camino para planchar las reformas contra las que militaba el excandidato presidencial.
Según lo predeterminado en el artículo 84, el secretario de Gobernación asumiría como mandatario provisional, y ejercería el cargo acotado por los parámetros previstos por nuestra Constitución (máximo 60 días y sin cambiar el gabinete), en tanto el Congreso designe al mandatario sustituto, que gobernaría hasta el último día de septiembre de 2024.