Las cosas son completamente diferentes con Messi sentado en el banquillo. Argentina puede certificarlo. Lo cuidó en Montevideo, durante el clásico partido contra Uruguay.
En apenas un cuarto de hora despegó. Y lo extraña. Ganó un partido para celebrar, es cierto. Es cierto que pagó un alto precio por jugar sin su genio.
Lo mismo es obvio: estos son los momentos para disfrutar de la albiceleste. Obtiene más victorias incluso si no se lo merece. Así que esto está a solo un paso de la Copa del Mundo. Ahora se va a Brasil.
Al contrario de todos los indicios de la última vez, incluido lo que dijo Lionel Scaloni, esta vez Messi se ha empezado a sentar en el banquillo tras pactar con el técnico horas antes del partido. Jugar sin su fenómeno es tanto una novedad como un desafío para esta nueva Argentina.
Parece Argentina vivir tiempos de complicidad con el destino. Son aquellos instantes en los que los giros de los partidos, las situaciones puntuales, constantemente resultan favorables. De otro modo no se explica por qué se ha sido triunfando al tiempo libre.
Dibu Martínez, de acceso, a los 4 min, construyó una atajada colosal mano a mano con Nandez. Y enseguida, en la otra punta del campo, Dybala presionó en la salida a Piqueres, tocó a Di María y Fideo la colgó de un ángulo con clase de crack. Lo cual podría haber sido 1-0 temprano para Uruguay, ha sido 1-0 precoz para Argentina. Vaya detalle.