Erik Bravo no exagera cuando dice que pudo haber sido uno de los fallecidos cuando el paso elevado del metro de Ciudad de México se partió y lanzó dos vagones al vacío.
La noche del 03 de mayo, el asesor financiero de 34 años viajaba a bordo del tren que después se desplomaría acompañado de dos compañeros de trabajo con los que suele compartir el trayecto a casa.
Sin embargo, los tres se salvaron porque sus colegas se bajaron dos estaciones antes del lugar de la tragedia y él caminó un par de vagones más adelante para que al bajarse pudiera estar más cerca de las escaleras que permiten salir de la estación.
Tras avanzar se puso los audífonos para escuchar música y de pronto, cuando el tren comenzó a entrar en la terminal Olivos, sintió como si algo jalara el metro, escuchó un estruendo y el vagón comenzó a llenarse de humo. En cuestión de segundos un joven empezó a gritarle a la gente que se lanzara al piso. Todo era confusión.
La gente se asomaba para ver qué había pasado, pero nadie entendía lo que sucedía. El vagón en el que iba Erik logró entrar a la estación, pero nadie podía salir. Policías les indicaron que en la parte trasera del vagón la puerta estaba abierta y todos fueron hacia allí. Erik grabó algunos de esos momentos.
“Vi un señor con sus dos niñas”, contó. Cerca de donde el metro se había roto había dos personas en el piso, una inconsciente, y se escuchaba a una niña llorando. Erik salió de la terminal y no quiso quedarse a ver exactamente qué había sucedido. “Yo no sé nada de primeros auxilios… no sé si me estoy poniendo en peligro al quedarme aquí”, dijo que pensó y se fue.
Ya han pasado tres días y no puede dormir bien, pero el jueves regresó al trabajo. “No nos queda otra que seguir adelante”.
Fotos: @apnews